Buena parte de la producción
artística y cultural española de la época fue realizada por
autores ideológicamente opuestos o indiferentes, o con criterios
estéticos completamente ajenos a la estética fascista (Laforet,
Buero Vallejo, Aleixandre —literatura—, Dalí, Miró, Tàpies
—pintura—, Serrano, Chillida, Oteiza —escultura—, Sáenz de
Oiza, Fisac —arquitectura—, Bernaola, De Pablo —música—,
Berlanga, Bardem, Saura —cine—, Grande Covián, Catalán, Tello,
Zulueta —ciencias naturales—, Vicens Vives, Maravall, Domínguez
Ortiz, Julio Caro Baroja, Sampedro, Estapé, Linz —ciencias
sociales—). A algunos de esos creadores se les sitúa con mayor o
menor precisión en el denominado exilio interior, aunque muchos de
ellos, lo tuvieran o no desde el inicio, terminaron alcanzando un
gran reconocimiento social e incluso oficial, puesto que el régimen
se esforzó en mantener una actitud inclusiva hacia los productos
culturales que no fueran identificados como un desafío directo de la
oposición.
También se desarrollaron
manifestaciones artísticas fuera de España, dada la extraordinaria
potencia cultural del exilio republicano español, al que pertenecían
Juan Ramón Jiménez, Pablo Ruiz Picasso, Julio González, Pau
Casals, Luis Buñuel, los arquitectos de GATEPAC, José Ferrater
Mora, María Zambrano, Américo Castro, Claudio Sánchez-Albornoz,
Juan Negrín, Blas Cabrera, etc.
Se pretendió crear en 1939 un nuevo orden cultural y educativo que
se centró de forma obsesiva en el nacionalismo y la religión. El
franquismo no consiguió imponer una cultura totalitaria uniforme con
carácter excluyente de otras manifestaciones culturales. Sí que
fue, especialmente durante la posguerra, una cultura de imposición
con actitudes de reconquista o imperialistas que supuso una
fuerte represión y la implantación de una censura ideológica y
moral y de un aparato de propaganda que utilizó de forma eficaz los
medios de comunicación de masas (NO-DO, Prensa del Movimiento, el
control estricto de las emisoras de radio y desde 1956 la
televisión). La persecución de los nacionalismos no significó la
prohibición de las lenguas y culturas locales (catalán, euskera y
gallego), pero sí una política de imposición del castellano en la
educación y en los ámbitos públicos.
Se repartió el poder entre las familias del franquismo
(católicos, azules, monárquicos —carlistas
y juanistas— y militares —africanistas y de otras
tendencias—). Cada una de las familias disponía de medios de
comunicación afines.
Noticiario y documentales (NO-DO)
Ejemplo de censura franquista
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